Escrito por Doménica López
La malnutrición es uno de los problemas de salud que se ha expandido con mayor velocidad en el mundo a lo largo de las últimas décadas. Esta condición abarca un diverso número de trastornos alimenticios dependiendo del tipo de desequilibrio dietario. Este padecimiento se divide en tres categorías (OMS, 2021):
Malnutrición vinculada al exceso o falta de micronutrientes.
Desnutrición, que puede implicar la carencia de un peso adecuado con respecto a la talla, carencia del peso adecuado con respecto a la edad o la falta de una talla apropiada de acuerdo a la edad.
Obesidad, sobrepeso y enfermedades relacionadas con la dieta como la diabetes.
La malnutrición es uno de los enemigos más difíciles de combatir por la influencia que los factores políticos, sociales y económicos tienen sobre la expansión y arraigamiento de este problema. En América Latina y el Caribe se ha establecido un aumento del 70% en la prevalencia del hambre entre 2014 y 2020. Esto indica, que alrededor de 19 millones de personas están luchando con esta afección. La pobreza y la pandemia han hecho resonar aún más la malnutrición en los países en vías de desarrollo de la región, donde la seguridad alimentaria se ha visto especialmente vulnerada. En 2020 se evidenció que 92,8 millones de personas experimentaron inseguridad alimentaria, es decir, no comieron un día o más, o se habían quedado sin comida (UNICEF, 2021).
Por otro lado, la obesidad y el sobrepeso han alcanzado la prevalencia más elevada de todas en la región de las Américas. Según estima la OMS, el 62,5% de los adultos y el 33,6% de los niños de 5 a 19 años es afectado por alguno de estas dos condiciones. A pesar de que se realizan esfuerzos para impedir el avance de la malnutrición, una nueva variable podría empeorar aún más la realidad de esta emergencia de salud: el cambio climático (OPS/OMS, 2021).
El cambio climático es una de las grandes problemáticas que enfrenta el planeta ahora. Entre los efectos del cambio climático, se esperan los incrementos en temperaturas, inundaciones, erosión del suelo, aumento en los niveles del mar y la pérdida de biodiversidad. Todas estas consecuencias van a tener una influencia directa en la seguridad alimentaria. La agricultura será afectada por las alteraciones climáticas, comprometiendo la oferta de alimentos a través de la disminución de la producción de cultivos, brotes de plagas y, la inaccesibilidad a recursos hídricos. Esta cadena de eventos se liga a su vez con la pérdida económica total de los cultivos y el alza de precios, circunstancias que harían aún más difícil para las personas cuyo ingreso depende únicamente en la agricultura en sostenerse, y a su vez, dificultaría garantizar la disponibilidad de alimentos (FAO, 2017).
La malnutrición ya empieza a mostrar las primeras señales de vinculación al cambio climático. En India se registró que los niños que viven en lugares afectados por inundaciones tienen el doble de probabilidad de presentar retraso en crecimiento y peso más bajo en comparación a sus contrapartes (Mahapatra et al., 2021). En lugares como Etiopía y Kenia se comprobó que los niños menores de 5 años que nacieron durante épocas de sequía tenían una probabilidad del 36% y 50% respectivamente, de presentar desnutrición. Por otro lado, en Níger se observó que los niños menores de 2 años nacidos durante una sequía tienen una probabilidad del 72% de retraso en su crecimiento por malnutrición. En contraste, las temperaturas elevadas han probado estar asociadas con la disminución en la actividad física en áreas urbanas, y al mismo tiempo, la fluctuación y alza de precios en alimentos frescos (vegetales y frutas) aumenta la dependencia de alimentos procesados más baratos; por lo que la obesidad y el sobrepeso también elevan su incidencia (ENN, 2021).
Si bien la malnutrición y el cambio climático parecen ser imbatibles, existen opciones que podrían contrarrestar los efectos negativos que estos eventos mundiales tienen. Algunas de las soluciones incluyen la instauración de políticas que promuevan la producción sostenible y sustentable de alimentos, además de planes que comprometan a los estados a promover e implementar dietas más saludables que produzcan una huella de carbono menor (FAO, 2017). Al mismo tiempo, herramientas biotecnológicas como la producción de alimentos biofortificados (enriquecidos) podrían mitigar la malnutrición aportando de manera selectiva y dirigida los nutrientes específicos que una población determinada requiere. A su vez, la promoción de programas escolares y educativos sobre el impacto del cambio climático y la planificación de dietas balanceadas podría ayudar a la concientización del problema.
La malnutrición y el cambio climático se encuentran estrechamente ligados, por lo que los esfuerzos que se realicen a favor de aplacar estos sucesos también tienen un potencial sinérgico de vital trascendencia para el futuro del ambiente y la seguridad alimentaria.
Fuentes consultadas:
ENN. (2021). Nutrition and Climate Change Current State of Play Scoping Review. https://www.ennonline.net/attachments/4215/Nutrition-and-Climate-Change-Current-State-of-Play-Scoping-Review.pdf
FAO. (2017). Panorama of food and Nutrition Security in Latin America And The Caribbean. https://iris.paho.org/handle/10665.2/34500
Mahapatra, B., Walia, M., Rao, C. A. R., Raju, B. M. K., & Saggurti, N. (2021). Vulnerability of agriculture to climate change increases the risk of child malnutrition: Evidence from a large-scale observational study in India. PLOS ONE, 16(6), e0253637. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0253637
OMS. (2021). Malnutrición [Organización Mundial de la Salud]. https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/malnutrition
OPS/OMS. (2021). Prevención de la Obesidad. Organización Panamericana de la Salud. https://www.paho.org/es/temas/prevencion-obesidad
UNICEF. (2021). Nuevo informe de la ONU: el hambre en América Latina y el Caribe aumentó en 13,8 millones de personas en solo un año. https://www.unicef.org/lac/en/press-releases/1-in-5-children-under-five-are-not-growing-well-due-to-malnutrition-in-LAC